Desde un mundo hacia el otro

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Por César Magrini

Naturaleza con cerámicas, 1975. Óleo sobre lienzo, 50 x 70 cm
Naturaleza con cerámicas, 1975. Óleo sobre lienzo, 50 x 70 cm

Hay un período en la historia de las artes visuales en las que la imagen, clásica y tradicional, transmite la incómoda sensación de que está degradándose. Como si un secreto temblor -la carcoma del tiempo- la estuviese recorriendo por dentro. Su mensaje es válido: no somos lo que parecemos, ni parecemos lo que somos.

 

Margarita Matus no se ha dejado vencer por esta descarada contravención estética, y con contagioso entusiasmo, con extendible y muy sonoro optimismo, pinta hermosamente lo suyo (y lo nuestro).

Comprende que eso del fin de las artes sigue siendo una utopía y enarbola sus pinturas conservando cierto melancólico recuerdo de las formas, delineándolas como en vehementes mensajes de buenos deseos y afirmándolas en un mundo en el que el color es profunda raíz y segura columna de sostén, mientras sus imágenes parecen hundirse y confundirse un poco en los espectros de ese pasado del cual provienen.

Sustentadas como en ecos de un circo sobrenatural, sos esas imágenes, vividas en sus rojos, lancinantes en sus blancos, densas y emotivas en sus amarillos, las que van lentamente labrando el mundo a medias fantasmal de la pintora. Que no tiene retorno, ni lo desea, porque marcha a un futuro de transfiguración, en el que la pintura será el sueño de un sueño, o el eco de una canción que, repetidas sus fosforescentes palabras, se transforma en nosotros mismos, para que así, estrechamente asidos de las manos, vayamos dando forma, en un incendio de formas y de colores indelebles, a nuestra propia, lenta, torpe eternidad.

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